Hablo y no pienso,
lloro y no siento,
río sin razón y miento
sin intención.
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Tiene famosa memoria, gran tamaño y dura piel, y la nariz más grandota que en el mundo pueda haber.
Lo mismo que un galgo valgo, su retrato soy y amigo, y si por el campo salgo, las liebres mucho persigo, y es cierto que no soy galgo.
En el estanque me admiran, por mi elegancia y belleza tengo cuello largo y fino y muy bonita cabeza.
Es la reina de los mares, su dentadura es muy buena, y por no ir nunca vacía, siempre dicen que va llena.
Por aquel camino va caminando quien no es gente; adivínelo el prudente que el nombre se quedó atrás.
Aunque no soy florista trabajo con flores y por más que me resista el hombre arrebata el fruto de mis labores.
Mientras ella cacarea, él va buscando pelea.
De negro y en procesión adivina quiénes son.
María Penacho parió un muchacho, ni vivo ni muerto, ni hembra ni macho.
Vive en el desierto, mata a las personas, debajo de las piedras, muy bien se acomoda.