Una cosa quisicosa,
de ovalada construcción,
todos los hombres la tienen,
pero las mujeres, no.
El Obispo como todos
también tiene dos.
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Tengo forma de anillo, y soy la primera y la última en organillo.
El burro la lleva a cuestas, metidita en un baúl, yo no la tuve nunca y siempre la tienes tú.
Me parezco a la serpiente y en la serpiente estoy, pon a trabajar tu mente para decirme quién soy.
Una letra pizpireta, de perdiz y cazoleta que se esconde en la maceta.
Soy la redondez del Mundo, sin mí no puede haber Dios, Papas y Cardenales sí, pero Pontífices no.
Aunque diciendo mi nombre des tú casi un estornudo, hacha me tiene en su vientre pero mi sonido es mudo.
Detrás de la i la encontrarás. Mueve las piernas y la bailarás.
¿Sabes de alguna letrita, que si la vuelta le das, enseguida se convierte de consonante en vocal?
¿Qué hay en el centro de Jérez?
En medio del cielo estoy sin ser sol, ni luna llena, sin ser lucero, ni estrella; a ver si aciertas quién soy.
