Me puedes ver en tu piso,
y también en tu nariz;
sin mí no habría ricos
y nadie sería feliz.
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Aunque diciendo mi nombre des tú casi un estornudo, hacha me tiene en su vientre pero mi sonido es mudo.
La última de todas soy, pero en zurdo y zapato primera voy.
En medio del mar, hay una negrita, no come ni bebe, y siempre está gordita.
No está nunca en la vereda, pero siempre está en la calle, nunca está con cerradura, pero siempre está con llave.
En cualquier día de la semana me verás, excepto en domingo que no me encontrarás.
En el principio de Roma, tú me puedes encontrar. Vivo en medio de París y también al final del mar.
¿Sabes de alguna letrita, que si la vuelta le das, enseguida se convierte de consonante en vocal?
Una vez en un minuto, dos veces en un momento, tres veces en mimetismo, y en cuatro, ¡no la encuentro!.
Una en la tierra, una en la luna; pero en el cielo no encontrarás ninguna.
Soy la redondez del Mundo, sin mí no puede haber Dios, Papas y Cardenales sí, pero Pontífices no.
