Puedo ser alegre o triste,
según quien me toque esté:
con que me rasgues las cuerdas,
buen sonido emitiré.
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Me rascan continuamente de forma muy placentera, mi voz es muy bien timbrada y mi cuerpo de madera.
Con su gran boca y un solo diente desde lo alto llama a la gente.
La habrás oído tocar, piensa, medita, recuerda, ¿qué instrumento musical no tiene más que una cuerda?
En una larga abertura tengo yo mi dentadura y luego que empiezo a hablar, todas mis piezas se mueven sin poderlas yo parar.
Dama con pendiente que toca deprisa para que la gente no pierda la misa.
Zumba que te zumba, se oye mi son, en las noches navideñas, hasta que aparece el sol.
Yo tengo puesto de honor en toda fiesta guajira: cuando mis seis cuerdas pulsa, el campesino se inspira y su cantar yo acompaño con mi dulce melodía, desde que empieza el guateque hasta que despunta el día.
Soy una caja adornada con dos palos para sonar, y en la banda de la escuela, me puedes encontrar. ¿Qué soy?
Entre pared y pared hay una santa mujer que con el diente llama a la gente, con las muelas a las mozuelas, con los colmillos a los chiquillos.
Marfil y madera fina, a tocarnos con talento, el que no sabe, no atina.
