Mis caras redondas,
¡qué estiradas son!
a fuerza de golpes,
así canto yo.
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Dama con pendiente que toca deprisa para que la gente no pierda la misa.
Tengo un sonido tan suave, que ángeles tocan en mí; mis cuerdas acompañaron los salmos del rey David.
Soy bella, soy muy fuerte; cuando hablo todos me oyen y tengo un solo diente que muevo constantemente
Instrumento musical, jaranero y redondico, que todos saben tocar del virtuoso al borrico y que resulta esencial si cantas un villancico.
Me rascan continuamente de forma muy placentera, mi voz es muy bien timbrada y mi cuerpo de madera.
En una larga abertura tengo yo mi dentadura y luego que empiezo a hablar, todas mis piezas se mueven sin poderlas yo parar.
Marfil y madera fina, a tocarnos con talento, el que no sabe, no atina.
Sobre una piel bien tensada, dos bailarines saltaban.
Brazos con brazos, panza con panza, rascando en medio, surge la danza.
Una vieja con un diente que llama a toda la gente.
