En el principio de Roma,
tú me puedes encontrar.
Vivo en medio de París
y también al final del mar.
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Una cosa quisicosa, de ovalada construcción, todos los hombres la tienen, pero las mujeres, no. El Obispo como todos también tiene dos.
Formo parte de París, en el fin del mar me encuentro, en el principio de Roma y, del Norte, estoy en el centro.
Estoy en el sol, estoy en el río, y cuando camino, voy contigo.
En el principio de Roma, tú me puedes encontrar. Vivo en medio de París y también al final del mar.
¿Qué hay en el centro de Jérez?
León la tiene delante, Motril la lleva detrás y, justo, justo en el medio verás que la tiene Blas.
No está nunca en la vereda, pero siempre está en la calle, nunca está con cerradura, pero siempre está con llave.
En cualquier día de la semana me verás, excepto en domingo que no me encontrarás.
Sin ser el padre de Adán, principio y fin del alma he sido. En medio del mar y al final de la tierra, se escucha mi sonido.
Una en la tierra, una en la luna; pero en el cielo no encontrarás ninguna.
