Cuatro señoras
van para francia
ruedan y ruedan
y nunca se cansan
más adivinanzas de la ciudad y la calle...
Hombrecitos de colores, metidos en una caja, sin hablar nada te dicen: ¡peligro!, ¡cuidado!, ¡pasa!
Zapatos de goma, ojos de cristal, con una manguera lo alimentarás, dentro del garaje lo sueles guardar.
Con sólo tres colores ordeno a cada uno. Si todos me respetan no habrá accidente alguno.
Vivo entre dos muros que no pueden verse y aunque no me doblo me dobla la gente.
Mido telas y estaturas, pero, a veces, en ciudades, sin humos y sin candelas, llevo gente en cantidades.
Ciudadano muy mirado, moderno camaleón, subido en tu árbol, cambias de color.
Por caminitos de hierro, el gusano de metal, en su barriga transporta la gente por la ciudad, llevándola por un túnel en completa oscuridad.
El que la tenga que la atienda y si no lo mejor es que la venda.
Todos me pisan a mí, pero yo no piso a nadie; todos preguntan por mí, yo no pregunto por nadie.
Lugar de compra, lugar de venta, donde cada ama de casa hace su cuenta.