En el principio de Roma,
tú me puedes encontrar.
Vivo en medio de París
y también al final del mar.
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Una cosa quisicosa, de ovalada construcción, todos los hombres la tienen, pero las mujeres, no. El Obispo como todos también tiene dos.
En el principio de Roma, tú me puedes encontrar. Vivo en medio de París y también al final del mar.
En cualquier día de la semana me verás, excepto en domingo que no me encontrarás.
El burro la lleva a cuestas, metidita en un baúl, yo no la tuve nunca y siempre la tienes tú.
Una letra pizpireta, de perdiz y cazoleta que se esconde en la maceta.
Soy un palito muy derechito, y encima de la frente llevo un mosquito, que ni pica, ni vuela, ni toca la vihuela.
Casi la lleva al principio, pancarta en la mitad y amanecer ya muy al final.
En la luna es la primera y la segunda en Plutón. En la Tierra no se encuentra y es la última en el Sol.
En medio del cielo estoy sin ser sol, ni luna llena, sin ser lucero, ni estrella; a ver si aciertas quién soy.
¿Sabes de alguna letrita, que si la vuelta le das, enseguida se convierte de consonante en vocal?
