En el principio de Roma,
tú me puedes encontrar.
Vivo en medio de París
y también al final del mar.
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Dedos tiene dos, piernas y brazos no.
No me pronuncies dos veces que tengo sonido feo; siendo la letra del kilo en carreteras me veo.
La última de todas soy, pero en zurdo y zapato primera voy.
Una vez en un minuto, dos veces en un momento, tres veces en mimetismo, y en cuatro, ¡no la encuentro!.
Tengo forma de anillo, y soy la primera y la última en organillo.
La última soy del cielo, en Dios el tercer lugar, me encuentras siempre en navío, y nunca estoy en el mar.
Detrás de la i la encontrarás. Mueve las piernas y la bailarás.
Una cosa quisicosa, de ovalada construcción, todos los hombres la tienen, pero las mujeres, no. El Obispo como todos también tiene dos.
Sin ser el padre de Adán, principio y fin del alma he sido. En medio del mar y al final de la tierra, se escucha mi sonido.
¿Qué hay en el centro de Jérez?
