Una cosa quisicosa,
de ovalada construcción,
todos los hombres la tienen,
pero las mujeres, no.
El Obispo como todos
también tiene dos.
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Me puedes ver en tu piso, y también en tu nariz; sin mí no habría ricos y nadie sería feliz.
En medio del mar, hay una negrita, no come ni bebe, y siempre está gordita.
La letra más alta soy, la más delgada también, la luna y el sol me llevan, el aire nunca me ve.
La última soy del cielo, en Dios el tercer lugar, me encuentras siempre en navío, y nunca estoy en el mar.
Mi sombrero es una ola, estoy en medio del año, nunca estoy en caracola y sí al final del castaño.
León la tiene delante, Motril la lleva detrás y, justo, justo en el medio verás que la tiene Blas.
Detrás de la i la encontrarás. Mueve las piernas y la bailarás.
¿Qué hay en semana, en minuto y en mes, pero no en hora ni en tres?
Una en la tierra, una en la luna; pero en el cielo no encontrarás ninguna.
En medio del cielo estoy sin ser sol, ni luna llena, sin ser lucero, ni estrella; a ver si aciertas quién soy.
