Una cosa quisicosa,
de ovalada construcción,
todos los hombres la tienen,
pero las mujeres, no.
El Obispo como todos
también tiene dos.
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Me puedes ver en tu piso, y también en tu nariz; sin mí no habría ricos y nadie sería feliz.
En medio del mar estoy, no soy ni buque ni vela, y si vas al arsenal, me encontrarás la primera.
Una vez en un minuto, dos veces en un momento, tres veces en mimetismo, y en cuatro, ¡no la encuentro!.
¿Que es lo que se repite una vez cada minuto, dos veces cada momento y nunca en cien años?
En el principio de Roma, tú me puedes encontrar. Vivo en medio de París y también al final del mar.
Mi sombrero es una ola, estoy en medio del año, nunca estoy en caracola y sí al final del castaño.
¿Qué hay en el centro de Jérez?
Soy un palito muy derechito, y encima de la frente llevo un mosquito, que ni pica, ni vuela, ni toca la vihuela.
En medio del cielo estoy sin ser sol, ni luna llena, sin ser lucero, ni estrella; a ver si aciertas quién soy.
Sin ser el padre de Adán, principio y fin del alma he sido. En medio del mar y al final de la tierra, se escucha mi sonido.