Zumba que te zumba,
se oye mi son,
en las noches navideñas,
hasta que aparece el sol.
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Me rascan continuamente de forma muy placentera, mi voz es muy bien timbrada y mi cuerpo de madera.
Entre pared y pared hay una santa mujer que con el diente llama a la gente, con las muelas a las mozuelas, con los colmillos a los chiquillos.
Instrumento musical, jaranero y redondico, que todos saben tocar del virtuoso al borrico y que resulta esencial si cantas un villancico.
Zumba que te zumba, se oye mi son, en las noches navideñas, hasta que aparece el sol.
Yo tengo puesto de honor en toda fiesta guajira: cuando mis seis cuerdas pulsa, el campesino se inspira y su cantar yo acompaño con mi dulce melodía, desde que empieza el guateque hasta que despunta el día.
En una larga abertura tengo yo mi dentadura y luego que empiezo a hablar, todas mis piezas se mueven sin poderlas yo parar.
Puedo ser alegre o triste, según quien me toque esté: con que me rasgues las cuerdas, buen sonido emitiré.
Marfil y madera fina, a tocarnos con talento, el que no sabe, no atina.
Con su gran boca y un solo diente desde lo alto llama a la gente.
Con tan sólo cuatro cuerdas, que un arco pone en acción, esta caja melodiosa te alegrará el corazón.
