Un bulto veo venir,
sus pasos no hay quien los cuente,
y, cuando se acerca a mí,
meto mi cuerpo en su vientre.
más adivinanzas de la ciudad y la calle...
Vivo entre dos muros que no pueden verse y aunque no me doblo me dobla la gente.
Me llegan las cartas y no sé leer y, aunque me las trago, no mancho el papel.
Cuatro señoras van para francia ruedan y ruedan y nunca se cansan
Por caminitos de hierro, el gusano de metal, en su barriga transporta la gente por la ciudad, llevándola por un túnel en completa oscuridad.
Alta y delgada, cabeza brillante, ilumina de noche a los caminantes.
Todos me pisan a mí, pero yo no piso a nadie; todos preguntan por mí, yo no pregunto por nadie.
Lugar de compra, lugar de venta, donde cada ama de casa hace su cuenta.
Le hacen correr sus caballos y nunca le salen callos.
Mido telas y estaturas, pero, a veces, en ciudades, sin humos y sin candelas, llevo gente en cantidades.
Con sólo tres colores ordeno a cada uno. Si todos me respetan no habrá accidente alguno.