Alto, altanero,
gran caballero,
gorro de grana,
capa dorada,
espuelas de acero.
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Topó mi padre en la iglesia con uno vestido de negro, ni era fraile, ni era cura, que era lo que dije primero.
Cerca del polo, desnuda, sentada sobre una roca, suave, negra, bigotuda.
Mi reinado está en el mar, soy de peso regordeta; un día, siglos atrás, me tragué entero a un profeta aunque luego lo expulsé al pensar que estaba a dieta.
Un solo portero, un solo inquilino, tu casa redonda la llevas contigo.
Vuelo de noche, duermo de día y nunca verás plumas en ala mía.
Aunque yo llevo pijama, siempre ando muy despierta, por no servir al león de suculenta merienda.
Su padre relincha con pésima voz, su madre rebuzna y suelta una coz.
Duro por arriba, duro por abajo, cara de serpiente y patas de palo.
Tengo de rey la cabeza calzo espuela pavonada, llevo barba colorada, mi sueño temprano empieza y madrugo a la alborada.
Desde hace miles de años hemos transportado al hombre; ahora nos lleva escondidos en el motor de su coche.
