Chiquitín y danzarín,
pasa las noches rondando
con lanza y con cornetín.
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María Penacho parió un muchacho, ni vivo ni muerto, ni hembra ni macho.
Animal soy, desde luego; me llaman el jorobado, y que tengo cuatro patas, ya se da por descontado.
No vuela y tiene un ala, no es camión y hace «cran».
Orejas largas, rabo cortito; corro y salto muy ligerito.
Jamás de su casa sale y corre el monte y el valle.
Míralo del derecho y del revés, va y viene, viene y va. Si taba no es, ¿Qué será?
Lo mismo que un galgo valgo, su retrato soy y amigo, y si por el campo salgo, las liebres mucho persigo, y es cierto que no soy galgo.
Tiene famosa memoria, gran tamaño y dura piel, y la nariz más grandota que en el mundo pueda haber.
Volando en el aire, y besando las flores, se pasa su vida, de luz y colores.
Zumba que te zumba, van y vienen sin descanso, de flor en flor trajinando y nuestra vida endulzando.
