Soy señor muy elegante
y excelente nadador,
y puedo hacer con mi cuello
signos de interrogación.
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Trabajar, siempre mucho trabajé; aunque nunca estudié en la escuela me conocen bien; algunos dicen de mí: «terco bicho es» y Pinocho mucho se asustó cuando en mí casi se convirtió.
La jaula es su casa, su ropaje amarillo, con su canto alegra a todos los vecinos.
Envuelto en un cobertor, haga frío o calor.
Teje con maña, caza con saña.
Nunca pongo mala cara, aunque siempre me dan col, acierta bobalicón.
¿Qué es, qué es, del tamaño de una nuez, que sube la cuesta y no tiene pies?
Anido en las torres, largo cuello tengo y todos los años por San Blas vengo.
Su padre relincha con pésima voz, su madre rebuzna y suelta una coz.
Adivina quien soy yo. Que al ir parece que vengo, y al venir es que me voy.
Un espléndido abanico que no produce pavor, sus alas, plumas y pico son reales, sí señor.
