Una pedrada fue suficiente
para que un pequeño rey
hiciese su gesta más valiente.

Me pinché con una rueca, y cien años me dormí, hasta que el beso de un príncipe, hizo que volviese en mí.

Yo fui el primer hombre y, aunque lo que digo te asombre, es nada, al revés, mi nombre.

Una madrastra que es infernal, una manzana que es mortal, de amor un beso la salvará.

Su madrastra y sus hermanas no la dejaban salir pero llegó el hada buena y al príncipe hizo feliz.

Adivina, adivinanza, va montado en su borrico es bajo, gordo y con panza, amigo de un caballero de escudo y lanza, sabe refranes, es listo. Adivina, adivinanza.

Tiene nombre de joyero, menudo, blanco, ligero. Vive sin haber vivido y es de todos conocido.

Con largos vestidos de sedas y gasas, me imitan las niñas cuando se disfrazan.

Echo fuego por la boca, espanto por donde voy, ¡ten cuidado!, al que se equivoca, le echa fuego por la boca.

Llevo un parche en el ojo, una pata de palo, y mi cara es de ... malo, malo, malo.

Ella no tiene pies, y si te descuidas, parece un pez.