Nadie admira tu cantar,
ni tus patas, ni tu pico,
ya que todos quedan
prendados de tu abanico.
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Con la primavera, llega la viajera. Su nido es de barro y su cola, de tijera.
Soy un animal patoso, y cuento con muchas patas; pero, en cambio, sólo tengo un pico y un par de alas.
Soy chiquitito, puedo nadar, vivo en los ríos y en alta mar.
Soy dama cruel, temerosa, me paseo en verde prado, y todo aquel que me mira se queda muy espantado. Yo luzco un largo vestido que en tienda no fue comprado, no fue por mano de sastre, ni medido, ni cortado.
En alto vive, en alto mora, en alto teje, la tejedora.
Aunque no soy florista trabajo con flores y por más que me resista el hombre arrebata el fruto de mis labores.
Es blanca como la nieve, es negra como el carbón, las patas como una vela, el cuello como una hoz.
María Penacho parió un muchacho, ni vivo ni muerto, ni hembra ni macho.
Te doy leche y mi lana, y para hablar digo: «beeeee», si no adivinas mi nombre yo nunca te lo diré.
En el estanque me admiran, por mi elegancia y belleza tengo cuello largo y fino y muy bonita cabeza.
