Ni torcida ni inclinada
tiene que estar la pared,
para eso tengo plomada
y me ayudo del nivel.
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Hago paredes, pongo cimientos y a los andamios subo contento.
Sobre lienzo, o en papel, que bien aplica el color, con lápices o pincel.
Tengo los zapatos rotos por la suela y el tacón, ¿quién me los arreglará con la aguja y el punzón?
La cartera, compañera, me acompaña con frecuencia, voy de portal en portal llevando correspondencia.
Ni torcida ni inclinada tiene que estar la pared, para eso tengo plomada y me ayudo del nivel.
Caminar es su destino y, yendo de casa en casa, de su valija de cuero saca paquetes y cartas.
Mi pueblo es costero, sueño con el mar, en mi viejo barco me voy a pescar.
Con unos zapatos grandes y la cara muy pintada, soy el que hace reír a toda la chiquillada.
Ha bogado muchas veces, ya lo creo, entre togas de los jueces, por un reo.
¿Quién es aquel caballero que me causa maravilla, que mientras alzan la hostia, está sentado en su silla?
