Un espléndido abanico
que no produce pavor,
sus alas, plumas y pico
son reales, sí señor.
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Grandes patazas, chicas manitas, lindos colores en mis alitas, salto y no sé dónde caeré.
¿Cuál es el único animal que muere entre aplausos?
Es tan grande mi fortuna que estreno todos los años un vestido sin costura, de colores salpicado.
Dos pinzas tengo, hacia atrás camino, de mar o de río en el agua vivo.
Volando en el aire, y besando las flores, se pasa su vida, de luz y colores.
A la orilla de los ríos, croan sin meterse en líos, saltos dan, mas no son osos sino animales verdosos.
Es blanca como la nieve, es negra como el carbón, las patas como una vela, el cuello como una hoz.
Vivo en el mar sin ser pez, y soy siempre juguetón, nunca me baño en el Rhin, pues soy el mismo del fin.
Animal soy, desde luego; me llaman el jorobado, y que tengo cuatro patas, ya se da por descontado.
María Penacho parió un muchacho, ni vivo ni muerto, ni hembra ni macho.
