Veintiocho caballeros,
de espaldas negras y lisas,
delante, todo agujeros,
por dominar se dan prisa.
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Con la nieve se hace y el sol lo deshace.
Sólo una faja es mi vestido, cuando me lo quitan arranco a bailar. Pies y manos no tengo, pero a los más jóvenes entretengo.
Con caras muy blancas llenas de lunares a unos damos suerte, a otros, pesares.
Veintiocho caballeros ataviados de levita, que se ponen en la mesa a jugar una partida.
Tengo ruedas y pedales, cadenas y un manillar; te ahorras gasolina aunque te haga sudar.
Sobre un camino de hierro, muchas sorpresas tendrás, subo y bajo bruscamente, a mucha velocidad.
Soy el juguete más apreciado para las niñas como regalo.
Juegan en la cancha más altos que bajos; meten la pelota dentro de los aros.
Cómete la «e» y pon una «a». Mírala muy bien y échala a volar.
Todos dicen que me quieren para hacer buenas jugadas, y, en cambio, cuando me tienen me tratan siempre a patadas.
