Al nacer fui maltratada,
mi dueño me tiene amor,
y aunque soy mujer honrada,
me suele tener atada
y con guardas mi señor.
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En lo más alto me ponen para que el viento me dé, soy guía para los hombres y siempre estoy de pié.
Soy liso y llano en extremo, y, aunque me falta la voz, digo en su cara a cualquiera la más leve imperfección; contesto al que me pregunta sin lisonja ni aflicción, y si mala cara pone, la misma le pongo yo.
Sin ella en la mano ni entras ni sales, ni vas a la calle.
Un barbecho bien labrado, ni entra mula, ni entra arado.
Adivíname ésa.
Del techo al suelo, cortada y fina, tela con vuelo.
Tiene luna, no es planeta; tiene marco y no es puerta.
Está hecha de metal, de madera o de cristal y golpes siempre recibe cuando la entrada prohíbe.
En un cuarto me arrinconan sin acordarse de mí, pero pronto van a buscarme cuando tienen que subir.
Poseo dientes y ojos y para hacerme trabajar me has de meter en cerrojos.
