Atada a una cuerda
volaba y volaba
y un niño en la tierra
la sujetaba.
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Once jugadores del mismo color, diez van por el campo, detrás de un balón.
Son mis fichas amarillas, rojas, azules y verdes, si las comes y las pillas, tu te cuentas hasta veinte.
Veintiocho caballeros, de espaldas negras y lisas, delante, todo agujeros, por dominar se dan prisa.
Miras adelante, haces ejercicio, das a los pedales, tienes equilibrio.
Atada a una cuerda volaba y volaba y un niño en la tierra la sujetaba.
Me componen cuatro palos impresos en cartulina. Tengo reyes y caballos, seguro que me adivinas.
Si sumas uno más uno evidente que da dos, y si da dos te descubro dos veces la solución de este juego de salón.
Cuanto más y más lo llenas, menos pesa y sube más.
Todos corren, uno pita, dos detienen, muchos gritan.
Cubo que seis caras tiene, veintiún puntos en total, en el «Parchís» interviene y en la «Oca»... pues igual.