Canto en la orilla,
vivo en el agua,
no soy pescado,
ni soy cigarra.
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Soy dama cruel, temerosa, me paseo en verde prado, y todo aquel que me mira se queda muy espantado. Yo luzco un largo vestido que en tienda no fue comprado, no fue por mano de sastre, ni medido, ni cortado.
Un bichito verde sobre la pared, corre que te corre, busca qué comer.
¿Qué animal de buen olfato, cazador dentro de casa, rincón por rincón repasa y lame, si pilla, un plato?
Es tan grande mi fortuna que estreno todos los años un vestido sin costura, de colores salpicado.
Dos pinzas tengo, hacia atrás camino, de mar o de río en el agua vivo.
Tengo tinta, tengo plumas y brazos tengo, además, pero no puedo escribir, porque no aprendí jamás.
Mis patas largas, mi pico largo, hago mi casa en el campanario.
¿Qué clarín suena en la noche que a todos desvela al punto? No es soldado, ni marino, ni músico de conjunto.
Cuando nada en los ríos parece un tronco flotante, pero si muestra sus dientes todos huyen al instante.
Lo mismo que un galgo valgo, su retrato soy y amigo, y si por el campo salgo, las liebres mucho persigo, y es cierto que no soy galgo.