Con patas y espalda,
no se mueve ni anda.
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Siempre andamos por el suelo de alcobas y de salones y en historias orientales hasta hacemos algún vuelo.
Cabezón y muy delgado, que se pone siempre negro, después de haber sido frotado.
Cuatro patas tiene, así como asiento; de ella me levanto y en ella me siento.
Durante el verano escondido, en el invierno encendido.
Lo usa el tendero para comer, lo lleva entero si sabes leer.
En la mesa me ponen y sobre mí todos comen.
En los baños suelo estar, aunque provengo del mar.
Está hecha de metal, de madera o de cristal y golpes siempre recibe cuando la entrada prohíbe.
Es un campo colorado con los surcos muy derechos; muy en alto está situado e inclinado de dos lados.
De nada me sirven, estas cuatro patas, que quieta estoy siempre, sobre mí, el durmiente.
