Mi ser por un punto empieza,
por un punto ha de acabar,
el que mi nombre acierte
sólo dirá la mitad.
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Una copa redonda y negra, boca arriba está vacía, boca abajo está llena.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Redondito, redondón, no tiene tapa ni tapón.
Me pisas y no me quejo, me cepillas si me mancho, y con mi hermano gemelo bajo tu cama descanso.
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.
No me utilizan los patos más me llevan de apellido, con «Z» empieza mi nombre, ¡y ya el resto es pan comido!
Colgada voy por delante y al hombre hago elegante.
Resuélveme este dilema: «soy una, pero soy media».
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.