Tengo copa y no soy árbol,
tengo alas y no soy pájaro;
protejo del sol a mi amo,
en invierno y en verano.
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Redondito, redondón, no tiene tapa ni tapón.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Puedes llevarlo en el pelo y, a veces, en los zapatos, se coloca en la cintura y en el rabo de los gatos.
De pergaminos, o sedas, o papel hechos estamos; en verano gusto damos; las manos han de estar quedas, si es que nuestro oficio usamos.
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.
Me lleváis, me traéis, y si sois nuevos quizás me mordéis.
Tengo copa y no soy árbol, tengo alas y no soy pájaro; protejo del sol a mi amo, en invierno y en verano.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
Pisados, siempre en el suelo, recibiendo malos tratos, y sin señales de duelo.