Ni de día, ni de noche
puede mi vela alumbrar,
pero cuando sopla el viento
muy bien suelo navegar.
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Ella no tiene pies, y si te descuidas, parece un pez.
Olas me llevan, olas me traen, pero las velas nunca se me caen.
Un truquito este pez tiene que no todo el mundo sabe: si a su nombre quitas la «ene», va y se transforma en ave.
Tengo ocho patas cargadas de ventosas, y paseo por las rocas, meciéndome en las olas. ¿Quién soy?
Las hijas de este animal son pequeñas y delgadas, pero por su gran sabor, son muy caras y apreciadas.
Lleva años en el mar y aún no sabe nadar.
No lo parezco y soy pez, y mi forma la refleja una pieza de ajedrez.
Vivo en el mar sin ser pez y soy siempre juguetón; nunca me baño en el Rhin, pues soy el mismo del fin.
Soy el que jamás descansa y va y viene sin cesar. Nunca me puedo secar. Jamás te aburre mi danza. En presencia o añoranza tu siempre me vas a amar.
El que lo pica se hace pez, ¿Quieres que te lo diga otra vez?