Para unos soy muy corto;
para otros, regular;
para los tristes muy largo;
para Dios, la eternidad.
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Doce señoritas en un mirador, todas tienen medias y zapatos no.
Soy un caballero muy aseñorado, tengo doce damas para mi regalo, todas van en coche y gastan sus cuartos, todas usan medias, pero no zapatos.
Doce palomitas en un palomar, a la hora y a los cuartos salen a volar.
Unas surgen con la luna, a otras las alumbra el sol, todas juegan al corro y todas hermanas son.
Los siete son hermanitos y viven un solo día: cuando uno nace otro muere, y así se pasan la vida.
Dos hermanas en la plaza, ambas marchan a la par, si una da doce vueltas, la otra una, nada más.
Aquí estamos doce hermanos; yo, que el segundo nací, soy el menor entre todos: ¿Cómo puede ser así?
Me hallo en los escritorios y en las casas comerciales, todos me miran quien soy para ver lo que contengo. Mis días están contados y el día que voy a morir ya se sabe de antemano.
¿Qué cosa no ha sido y tiene que ser, y que cuando sea dejará de ser?
De siete en siete vamos cogiditos de las manos.
