Somos sesenta mellizos,
en torno de nuestra madre,
tenemos sesenta hijitos
y toditos son iguales.
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Cuando apenas he nacido, mi vida se acaba al punto; aunque no soy el primero, lo sigo por todo el mundo.
Doce palomitas en un palomar, a la hora y a los cuartos salen a volar.
Una cara con dos manos pegada está a la pared. Antes de un minuto, hermanos, ¿sabréis decirme quién es?
Somos sesenta mellizos, en torno de nuestra madre, tenemos sesenta hijitos y toditos son iguales.
Un árbol con doce ramas, cada rama, cuatro nidos; cada nido, siete pájaros: cada cual con su apellido.
Tengo agujas y no sé coser, tengo números y no sé leer.
Aquí estamos doce hermanos; yo, que el segundo nací, soy el menor entre todos: ¿Cómo puede ser así?
Nos llegan muy de mañana y se van mucho después, regresan cada semana y cuatro veces al mes.
Doce señoritas en un mirador, todas tienen medias y zapatos no.
Me hallo en los escritorios y en las casas comerciales, todos me miran quien soy para ver lo que contengo. Mis días están contados y el día que voy a morir ya se sabe de antemano.
