Un solo portero,
un solo inquilino,
tu casa redonda
la llevas contigo.
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En alto vive, en alto mora, en alto teje, la tejedora.
El roer es mi trabajo, el queso mi aperitivo y el gato ha sido siempre mi más temido enemigo.
Es tan grande mi fortuna que estreno todos los años un vestido sin costura, de colores salpicado.
Cerca del polo, desnuda, sentada sobre una roca, suave, negra, bigotuda.
Donde nadie sube, trepo, donde nadie anda, trisco, muy poco estoy en el valle, pues lo mío son los riscos.
De negro y en procesión adivina quiénes son.
Con cuello largo y finito se pasea muy feliz, sólo si fueras mosquito le verias la nariz.
Chao, chao, rabito «alzao».
Tengo ocho patas cargadas de ventosas, y paseo por las rocas, meciéndome en las olas. ¿Quién soy?
Con su risa mañanera toda la playa alborota, pescadora y marinera.