Una señora, muy aseñorada,
tiene muchos dientes
y se cose a puntadas.
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Soy alta y delgada, tengo un ojo, hago vestidos y no me los pongo.
Pico sin tener enojos y, sin nacer, soy de corte, pero muchos, con arrojos, los dedos, viendo mi porte, me los meten por los ojos.
Don dedín tiene un sombrero para no hacerse agujeros.
De mi ojo cuelga un hilo largo, que une las telas y hace las prendas.
Pequeños, redondos, con agujeritos, valemos muy poco, solos o juntitos, mas de nosotros depende el buen vestir de la gente.
Verde fue mi nacimiento y amarillo fue mi abril; tuve que ponerme blanco para poderte servir.
Te la digo, te la digo, te la vuelvo a repetir; te la digo veinte veces y no me la sabes decir.
Una señora, muy aseñorada, tiene muchos dientes y se cose a puntadas.
Tengo pie y no tengo boca, hilo meto, hilo asomo, tengo dientes y no como.
Con «A» empieza mi nombre, de las damas soy querido, si me prenden voy seguro, y, si me sueltan, perdido.
