Pequeños, redondos, con agujeritos,
valemos muy poco, solos o juntitos,
mas de nosotros depende
el buen vestir de la gente.
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Primero ciega, luego pincha y todo une mientras camina.
Dama da, dama deja, y no se queja de lo que deja.
Don dedín tiene un sombrero para no hacerse agujeros.
Cuando me caliento hasta los talones aliso camisas y pantalones.
Pico sin tener enojos y, sin nacer, soy de corte, pero muchos, con arrojos, los dedos, viendo mi porte, me los meten por los ojos.
Con «A» empieza mi nombre, de las damas soy querido, si me prenden voy seguro, y, si me sueltan, perdido.
Pequeños, redondos, con agujeritos, valemos muy poco, solos o juntitos, mas de nosotros depende el buen vestir de la gente.
¿Quién es esa señora, que tiene la propiedad, de estirar bien lo arrugado y de arrugar lo estirado, con igual facilidad?
Largo, largo, como un camino y cabe en un «pucherino».
Yo con mi hermana gemela andamos siempre al compás, con la boca por delante y los ojos por detrás.