Tienen justo cinco dedos
como la mano;
se rellenan en invierno,
se vacían en verano.
más adivinanzas de ropa y vestuario...
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Santa con nombre de flor, y, a pesar de este retrato, me confunden con zapato.
No me utilizan los patos más me llevan de apellido, con «Z» empieza mi nombre, ¡y ya el resto es pan comido!
Rodeo cuellos y cuellos, tanto de ellas como de ellos.
Destacan en las orejas creyéndose independientes, van casi siempre en parejas.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Tamaño de una cazuela, tiene alas y no vuela.
En las manos de las damas casi siempre estoy metido, unas veces desplegado otras veces recogido.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
De pergaminos, o sedas, o papel hechos estamos; en verano gusto damos; las manos han de estar quedas, si es que nuestro oficio usamos.