Santa con nombre de flor,
y, a pesar de este retrato,
me confunden con zapato.
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Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.
Para salir a la esquina ponte pan en el talón y camina.
Vivo en el campo y en una ciudad grande, y soy chico pero me usan por igual, si dices mi nombre solo dirás la mitad.
Con varillas me sostengo y con la lluvia voy y vengo.
Pisados, siempre en el suelo, recibiendo malos tratos, y sin señales de duelo.
Dos hermanitos muy igualitos, en llegando a viejecitos abren los ojitos.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Redondito, redondón, no tiene tapa ni tapón.
Con dos patas encorvadas y dos amplios ventanales quitan sol o dan visión según sean sus cristales.
Me pisas y no me quejo, me cepillas si me mancho, y con mi hermano gemelo bajo tu cama descanso.