Un truquito este pez tiene
que no todo el mundo sabe:
si a su nombre quitas la «ene»,
va y se transforma en ave.
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¿Qué bicho dirás que es, que es algo y nada a la vez?
Ella no tiene pies, y si te descuidas, parece un pez.
Tengo ocho patas cargadas de ventosas, y paseo por las rocas, meciéndome en las olas. ¿Quién soy?
Ni de día, ni de noche puede mi vela alumbrar, pero cuando sopla el viento muy bien suelo navegar.
Las hijas de este animal son pequeñas y delgadas, pero por su gran sabor, son muy caras y apreciadas.
Soy el que jamás descansa y va y viene sin cesar. Nunca me puedo secar. Jamás te aburre mi danza. En presencia o añoranza tu siempre me vas a amar.
Cinco brazos, no te miento, habita siempre en el mar, aunque la puedes hallar de noche en el firmamento.
Es la reina de los mares, su dentadura es muy buena, y por no ir nunca vacía, siempre dicen que va llena.
Llegamos sin cesar, una tras otra, desde el mar a la playa a descansar. A veces, sin embargo, más furiosas, los barcos podemos destrozar.
No lo parezco y soy pez, y mi forma la refleja una pieza de ajedrez.