Hay un hijo
que hace nacer
a la madre
que le dio el ser.
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Sin vacación en sus cursos, al principio son pequeños, suelen nacer en montañas y morir de marineros.
Llevo, sin ser arlequín, de colores mi librea, yo salgo de tarde en tarde y espero siempre a que llueva.
Millares de soldaditos van unidos a la guerra, todos arrojan lanzas que caen sobre la tierra.
Desde el día en que nací, corro y corro sin cesar: corro de noche y de día hasta llegar a la mar.
Hay un hijo que hace nacer a la madre que le dio el ser.
Un convento bien cerrado, sin campanas y sin torres y muchas monjitas dentro, preparan dulces de flores.
Nazco y muero sin cesar; sigo no obstante existiendo, y, sin salir de mi lecho, me encuentro siempre corriendo.
Aparece por delante, por los lados, por la espalda, te descuidas un instante y te levanta la falda.
Cuatro puntos son y para distinguirlos necesitamos del sol.
En el cielo soy de agua, en la tierra soy de polvo, en las iglesias de humo y mancha blanca en los ojos.
