Hay un hijo
que hace nacer
a la madre
que le dio el ser.
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Como una peonza da vueltas al sol, gira que gira, sin tener motor.
Alas de mil colores y se pierden entre las flores.
Alto, alto, como un pino, pesa menos que un comino.
En el campo soy hallada y al fuego alimento. Donde quiera que soy llevada, es para darme tormento.
Lleva años en el mar y aún no sabe nadar.
Un convento bien cerrado, sin campanas y sin torres y muchas monjitas dentro, preparan dulces de flores.
Nazco en lugares abruptos sin haber tenido padre y conforme voy muriendo va naciendo mi madre.
Kilómetros mido, hectolitros llevo, kilovatios doy, hectáreas mantengo.
Vuela sin alas, silba sin boca, azota sin manos y tú ni lo ves ni lo tocas.
Es tan humilde y tan buena que hasta se deja pisar; para el almuerzo y la cena la vaca la va a tomar.
