Redondo, redondo,
sin tapa, sin fondo.
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En las manos de las damas casi siempre estoy metido, unas veces desplegado otras veces recogido.
Resuélveme este dilema: «soy una, pero soy media».
Pisados, siempre en el suelo, recibiendo malos tratos, y sin señales de duelo.
Me lleváis, me traéis, y si sois nuevos quizás me mordéis.
Me pisas y no me quejo, me cepillas si me mancho, y con mi hermano gemelo bajo tu cama descanso.
Soy de piel o paño gordo y me adhiero a tu cuerpo, para que no pases frío cuando llega el invierno.
Santa con nombre de flor, y, a pesar de este retrato, me confunden con zapato.
Tienen justo cinco dedos como la mano; se rellenan en invierno, se vacían en verano.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Juntos, en ovillo, duermen los mellizos; cuando se separan, estirados andan.
