Santa con nombre de flor,
y, a pesar de este retrato,
me confunden con zapato.
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Redondo, redondo, sin tapa, sin fondo.
Tengo corazón sin ser persona, tengo bata sin ser mujer. y el hombre elegante me lleva delante.
El pie tapo al instante igual que si fuera un guante.
Destacan en las orejas creyéndose independientes, van casi siempre en parejas.
Juntos, en ovillo, duermen los mellizos; cuando se separan, estirados andan.
Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.
En tus manos estoy limpio, en tus ventanas me ensucio, si sucio, me ponen limpio, si limpio, me ponen sucio.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
