El pie tapo al instante
igual que si fuera un guante.
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Una copa redonda y negra, boca arriba está vacía, boca abajo está llena.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Tienen justo cinco dedos como la mano; se rellenan en invierno, se vacían en verano.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
Redondito, redondón, no tiene tapa ni tapón.
Con dos patas encorvadas y dos amplios ventanales quitan sol o dan visión según sean sus cristales.
Santa con nombre de flor, y, a pesar de este retrato, me confunden con zapato.
Dos guaridas cálidas con sus escondrijos, para dos hermanas y sus quintillizos.
¡Escapa, escapa! que esto que te digo, aunque no te obligo, te abriga y te tapa.
En tus manos estoy limpio, en tus ventanas me ensucio, si sucio, me ponen limpio, si limpio, me ponen sucio.