Me pisas y no me quejo,
me cepillas si me mancho,
y con mi hermano gemelo
bajo tu cama descanso.
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Juntos, en ovillo, duermen los mellizos; cuando se separan, estirados andan.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Rodeo cuellos y cuellos, tanto de ellas como de ellos.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
Con dos patas encorvadas y dos amplios ventanales quitan sol o dan visión según sean sus cristales.
Tienen justo cinco dedos como la mano; se rellenan en invierno, se vacían en verano.
Redondo, redondo, sin tapa, sin fondo.
Dos hermanitos muy igualitos, en llegando a viejecitos abren los ojitos.
Puedes llevarlo en el pelo y, a veces, en los zapatos, se coloca en la cintura y en el rabo de los gatos.
Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.