Sin ser árbol, tengo hojas,
sin ser bestia, un buen lomo
y mi nombre en cada tomo.
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Una palomita, blanca y negra; vuela sin alas y habla sin lengua.
Como una ametralladora se escucha mi tableteo; pero estoy en la oficina, que mi oficio no es guerrero.
Con sus páginas abiertas te va ilustrando la mente, si alguna vez lo prestaras, lo perderás para siempre.
Soy pequeño, pequeñito, más con tal poder y arte que, si no me pegan bien, no van a ninguna parte.
Nunca bien supe escribir pero soy gran escribano; bien que te puedo servir, si me tomas en tu mano.
Entre mis hojas se esconden hadas, princesas y duendes. Cuando me lees de noche, sin darte cuenta te duermes.
Muy chiquito, chiquitito, que pone fin a lo escrito.
Llanura blanca con flores negras; cinco bueyes aran en ella.
No me hace falta sacar pasaje: me mojan la espalda y me voy de viaje.
Todas las palabras sé y, aunque todas las explico, nunca las pronunciaré.