Soy de cabeza redonda
y me sostengo en un solo pie.
Soy de tal fortaleza
que a Dios hombre sujeté.
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Tengo dientes y no muerdo, desenredo con cuidado, caminos abro en tu pelo, ya sea liso o rizado.
Un campo bien labrado no gasta reja ni arado.
La cara que yo acaricio, dejo de seda al momento, porque ni un pelo se resiste a mi marcha, ¡buen invento!
Tiene un ojo y nada ve, por abrir no es cosa dura, sin embargo por cerrar, sí que cierra y sí que es dura.
En lo más alto me ponen para que el viento me dé, soy guía para los hombres y siempre estoy de pié.
Aunque músculos no tengo, los techos yo sostengo.
Es verdad que tú le miras, es mentira que te ve, sois iguales uno al otro, está claro que eres él.
Ruedo y ruedo, y en los bolsillos me quedo.
Soy liso y llano en extremo, y, aunque me falta la voz, digo en su cara a cualquiera la más leve imperfección; contesto al que me pregunta sin lisonja ni aflicción, y si mala cara pone, la misma le pongo yo.
Una señorita de carnes muy blandas, que sin ser enferma siempre está en la cama.
