Todas las palabras sé
y, aunque todas las explico,
nunca las pronunciaré.
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Una palomita, blanca y negra; vuela sin alas y habla sin lengua.
Sin ser árbol, tengo hojas, sin ser bestia, un buen lomo y mi nombre en cada tomo.
Soy pequeño, pequeñito, más con tal poder y arte que, si no me pegan bien, no van a ninguna parte.
Por dentro carbón, por fuera madera, en tu maletón voy a la escuela.
Cae de la torre y no se mata, cae en el agua y se desbarata.
Entre mis hojas se esconden hadas, princesas y duendes. Cuando me lees de noche, sin darte cuenta te duermes.
Con mis hojas bien unidas, que no me las lleva el viento, no doy sombra ni cobijo, pero enseño y entretengo.
Aunque sea tan pequeño, siempre separo y siempre detengo.
Corta bien y no es cuchillo, afila y no es afilador, y te presta sus servicios para que escribas mejor.
Campo blanco, semilla negra, dos que la ven, uno que la siembra.