Un árbol con doce ramas,
cada rama, cuatro nidos;
cada nido, siete pájaros:
cada cual con su apellido.
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Me hallo en los escritorios y en las casas comerciales, todos me miran quien soy para ver lo que contengo. Mis días están contados y el día que voy a morir ya se sabe de antemano.
Juntos dos en un borrico, ambos andan a la par, doce leguas anda uno y una el otro nada más.
Brazos tengo desiguales y a mi ritmo se mueven los mortales.
Estoy condenado a un año y un día; si esto es cada cuatro, ¿mi nombre, sabrías?
Tengo agujas y no sé coser, tengo números y no sé leer.
¿Qué cosa no ha sido y tiene que ser, y que cuando sea dejará de ser?
De siete en siete vamos cogiditos de las manos.
Para unos soy muy corto; para otros, regular; para los tristes muy largo; para Dios, la eternidad.
Doce palomitas en un palomar, a la hora y a los cuartos salen a volar.
Todos me esperan pero nunca llego, porque cuando llego yo desaparezco.