Mi ser por un punto empieza,
por un punto ha de acabar,
el que mi nombre acierte
sólo dirá la mitad.
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Tienen justo cinco dedos como la mano; se rellenan en invierno, se vacían en verano.
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.
No me utilizan los patos más me llevan de apellido, con «Z» empieza mi nombre, ¡y ya el resto es pan comido!
Me lleváis, me traéis, y si sois nuevos quizás me mordéis.
Me pones y me quitas, me tomas y me dejas, conmigo no tiritas y estoy hecho de madejas.
Tengo copa y no soy árbol, tengo alas y no soy pájaro; protejo del sol a mi amo, en invierno y en verano.
Puedes llevarlo en el pelo y, a veces, en los zapatos, se coloca en la cintura y en el rabo de los gatos.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.
