Mi ser por un punto empieza,
por un punto ha de acabar,
el que mi nombre acierte
sólo dirá la mitad.
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Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
Aunque la quite del agua, sigue en agua.
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
Por la noche me lo pongo, por el día me lo quito y en la siesta lo uso un poquito.
Dos hermanitos muy igualitos, en llegando a viejecitos abren los ojitos.
Tamaño de una cazuela, tiene alas y no vuela.
Con dos patas encorvadas y dos amplios ventanales quitan sol o dan visión según sean sus cristales.
Ani lloró todo el día; perdió lo que más quería
