Mi ser por un punto empieza,
por un punto ha de acabar,
el que mi nombre acierte
sólo dirá la mitad.
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Colgada voy por delante y al hombre hago elegante.
Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Chiquito, redondo, barrilito sin fondo.
El pie tapo al instante igual que si fuera un guante.
Se pone para dormir, aunque no es un camisón, puede ser de lana, seda o algodón.
Hoy cuando me levanté, puse uno en cada pie. Como no son los zapatos, dime tú... ¿qué puede ser?
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.
En las manos de las damas casi siempre estoy metido, unas veces desplegado otras veces recogido.
