Mi ser por un punto empieza,
por un punto ha de acabar,
el que mi nombre acierte
sólo dirá la mitad.
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De pergaminos, o sedas, o papel hechos estamos; en verano gusto damos; las manos han de estar quedas, si es que nuestro oficio usamos.
En tus manos estoy limpio, en tus ventanas me ensucio, si sucio, me ponen limpio, si limpio, me ponen sucio.
Con dos patas encorvadas y dos amplios ventanales quitan sol o dan visión según sean sus cristales.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
Por la noche me lo pongo, por el día me lo quito y en la siesta lo uso un poquito.
Chiquito, redondo, barrilito sin fondo.
Puedes llevarlo en el pelo y, a veces, en los zapatos, se coloca en la cintura y en el rabo de los gatos.
¡Escapa, escapa! que esto que te digo, aunque no te obligo, te abriga y te tapa.
Una piel que es otra piel, una mano que no es mano y el frío se aguanta bien.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
