Mi ser por un punto empieza,
por un punto ha de acabar,
el que mi nombre acierte
sólo dirá la mitad.
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Destacan en las orejas creyéndose independientes, van casi siempre en parejas.
Redondito, redondón, no tiene tapa ni tapón.
El pie tapo al instante igual que si fuera un guante.
Nuestra dueña nos coloca uno a cada lado, siempre pendientes, siempre colgados.
Ani lloró todo el día; perdió lo que más quería
Aunque la quite del agua, sigue en agua.
De día llenos de carne, de noche con la boca al aire.
Mi padre al cuello la ata y, poco a poco, la aprieta hasta llegar a su meta.
Con dos patas encorvadas y dos amplios ventanales quitan sol o dan visión según sean sus cristales.
Mi ser por un punto empieza, por un punto ha de acabar, el que mi nombre acierte sólo dirá la mitad.
