Nicanor tenía un barco
y con él surcaba el río;
¿era este un barco pequeño
o este era un gran navío?
Lee despacio, Encarnación,
y hallarás la solución.
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Hay un hijo que hace nacer a la madre que le dio el ser.
Vuela sin alas, silba sin boca, azota sin manos y tú ni lo ves ni lo tocas.
En mí se mueren los ríos, y por mí los barcos van, muy breve es el nombre mío, tres letras tiene no más.
Llevo, sin ser arlequín, de colores mi librea, yo salgo de tarde en tarde y espero siempre a que llueva.
Muchas monjitas en un convento, visitan las flores y hacen dulces dentro.
Vuela en el aire, pace en la tierra, se posa en los árboles, anda en la mano, se deshace en el horno y se ahoga en el agua.
Como el algodón suelo en el aire flotar, a veces otorgo lluvia y otras, sólo humedad.
Como una peonza da vueltas al sol, gira que gira, sin tener motor.
Desde el día en que nací, corro y corro sin cesar: corro de noche y de día hasta llegar a la mar.
Es una enorme naranja pero de zumo salado, los gajos se le suponen entre un par de meridianos.