Pico sin tener enojos
y, sin nacer, soy de corte,
pero muchos, con arrojos,
los dedos, viendo mi porte,
me los meten por los ojos.
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Pico sin tener enojos y, sin nacer, soy de corte, pero muchos, con arrojos, los dedos, viendo mi porte, me los meten por los ojos.
Soy pequeña y afilada y pincho con mis puntadas.
Vengo al mundo a trabajar, y tengo tan mala suerte, que todos me pinchan el culo, y yo no me puedo quejar.
Dos hermanas diligentes que caminan al compás, con el pico por delante y los ojos por detrás.
Una cosa que no es cosa y lo es.
Te la digo, te la digo, te la vuelvo a repetir; te la digo veinte veces y no me la sabes decir.
Primero ciega, luego pincha y todo une mientras camina.
Con «A» empieza mi nombre, de las damas soy querido, si me prenden voy seguro, y, si me sueltan, perdido.
Soy alta y delgada, tengo un ojo, hago vestidos y no me los pongo.
Si bien empiezo con bo, no soy bota ni botijo, ¡bobo, tonto!, ¡qué lo he dicho!
