Pisados, siempre en el suelo,
recibiendo malos tratos,
y sin señales de duelo.
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Puedes llevarlo en el pelo y, a veces, en los zapatos, se coloca en la cintura y en el rabo de los gatos.
Dos buenas piernas tenemos y no podemos andar, pero el hombre sin nosotros no se puede presentar.
Tienen justo cinco dedos como la mano; se rellenan en invierno, se vacían en verano.
Aunque las adornamos a ellas cuando no tenemos carreras, la gente tiene manía de no llamarnos enteras.
Pisados, siempre en el suelo, recibiendo malos tratos, y sin señales de duelo.
Juntos, en ovillo, duermen los mellizos; cuando se separan, estirados andan.
Se pone para dormir, aunque no es un camisón, puede ser de lana, seda o algodón.
En las manos de las damas casi siempre estoy metido, unas veces desplegado otras veces recogido.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Me pones y me quitas, me tomas y me dejas, conmigo no tiritas y estoy hecho de madejas.
