Sin ser árbol, tengo hojas,
sin ser bestia, un buen lomo
y mi nombre en cada tomo.
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Con sus páginas abiertas te va ilustrando la mente, si alguna vez lo prestaras, lo perderás para siempre.
Por dentro carbón, por fuera madera, en tu maletón voy a la escuela.
Campo blanco, semilla negra, dos que la ven, uno que la siembra.
Muy chiquito, chiquitito, que pone fin a lo escrito.
No me hace falta sacar pasaje: me mojan la espalda y me voy de viaje.
Dos son tres, tres son cuatro y cuatro son seis. ¿Qué son?
Sabana blanca tendida, mariquita negra le baila encima.
Si me mojas y me pegas viajará la mensajera.
Todas las palabras sé y, aunque todas las explico, nunca las pronunciaré.
Corta bien y no es cuchillo, afila y no es afilador, y te presta sus servicios para que escribas mejor.
