Te lo digo y
no me entiendes,
no tengo boca y
si tengo dientes
más adivinanzas de cosas de la casa...
A la entrada de tu casa algo suena si lo aprietan y tu sales presurosa a abrir deprisa la puerta.
Ni corre, ni vuela, pero siempre te precede, cuando vas o cuando llegas.
En la mesa me ponen y sobre mí todos comen.
Cuatro patas tiene y no puede andar también cabecera sin saber hablar.
Siempre andamos por el suelo de alcobas y de salones y en historias orientales hasta hacemos algún vuelo.
Como conoce la clave, gira por su laberinto y deja entrar al recinto.
Es un campo colorado con los surcos muy derechos; muy en alto está situado e inclinado de dos lados.
Doy vueltas y no soy tiempo, un secreto sé guardar, si no me cuidan, me pierdo. ¿Con mi nombre sabrás dar?
Aunque al dormir me consultan, nunca suelo contestar.
Es venta y no se vende, es Ana, pero no es gente.
