Rodeo cuellos y cuellos,
tanto de ellas como de ellos.
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Pisados, siempre en el suelo, recibiendo malos tratos, y sin señales de duelo.
Tengo cinco habitaciones, en cada una un inquilino, en invierno cuando hace frío, están todos calentitos.
Redondo, redondo, sin tapa, sin fondo.
Ahí vienen dos: uno se moja y el otro no.
Rodeo cuellos y cuellos, tanto de ellas como de ellos.
No he de darte más razones, sin mi perderías los pantalones.
Con dos patas encorvadas y dos amplios ventanales quitan sol o dan visión según sean sus cristales.
Tienen justo cinco dedos como la mano; se rellenan en invierno, se vacían en verano.
Colgada voy por delante y al hombre hago elegante.
¡Escapa, escapa! que esto que te digo, aunque no te obligo, te abriga y te tapa.